sábado, 2 de agosto de 2008

Oda al aromo.

Vapor niebla o nube
me rodeaban.
Iba por San Jerónimo
hacia el puerto
casi dormido cuando
desde el invierno
una montaña
de luz amarilla,
una torre florida
salió del camino y todo se llenó de perfume.

Era un aromo.

Su altura
de pabellón florido
se construyó
con miel y aroma
y en él
yo
vi
la catedral del polen,
la profunda ciudad
de las abejas.

Alí me quedé mudo
y eran los montes de Chile, en el invierno,
submarinos,
remotos,
sepultados,
en en agua invisible
del cielo plateado:
sólo
el árbol mimosa
daba en la sombra
gritos
amarillos
como si
de la primavera errante
se hubiera desprendido
una campana
y allí
estuviera
ardiendo
en
el
árbol sonoro,
amarillo,
amarillo
como ninguna cosa puede serlo,
ni el canario, ni el oro,
ni la piel del limon ni la retama.
Aromo,
sol terrestre,
explosión
del perfume,
cascada
catarata,
cabellera
de todo el amarillo
derramado
en una sola ola
de follaje,
aromo adelantado
en el
austral invierno
como
un
valiente
militar
amarillo
antes de la batalla,
desnudo
desarmado
frente a los batallones de la lluvia,
aromo
torre
de
la
luz
fragante,
previa
fogata
de la primavera,

salud
salud

pesado es tu trabajo
y un amarillo amor es tu espesura,
Te proclamo
panal del mundo:
queremos
por un instante
ser abejorros
silvestres,
elegantes,alcohólicos
avispas,
moscardones de miel
y terciopelo,
hundir
los ojos
la camisa,
el corazón,
el pelo
en tu temblor fragante,
en tu copa
amarilla
hasta ser sólo aroma
en tu
planeta,
polen de honor,intimidad del oro,
pluma de tu fragancia.


Pablo Neruda